¿Y qué hace un Coro de veintipocos entusiastas, muchos de ellos periodistas, cantándole el preludio de la zarzuela “El Barberillo de Lavapiés” o una habanera popular marinera, “La Sirena”, a lo más principal de la realeza de España?
Si eres rey o reina, es un suponer, te van a tocar música hasta que empieces a incluir en la agenda oficial a los bemoles y a las corcheas. A veces hay que prestar audiencia en plan marcial, como cuando suena el himno nacional. Aunque salvo ocasiones muy institucionales los haya que alegremente se den al chunda-chunda coral y futbolero. O, lo que es peor, al pitido estridente y supuestamente reivindicativo de independencias en plan jolgorio subversivo. Que también alguno de esos sofocos han aguantado como si nada pasara. Hay también algunas ejecuciones musicales castrenses, preferentemente procesionales o en desfiles menores, que más parecen avatares musicales y te hacen recordar aquella maledicencia de que “la música militar es a la música…” de un descreído de las habilidades sinfónicas de la milicia. Y es que el dicho de hace más de cien años ha hecho fortuna entre los también maledicentes, que nunca faltan, del gremio de la partitura.
Aunque hay situaciones mucho más solemnes en los que a los reyes y a sus invitados se les suele poner “gallina en piel”, que diría Johan Cruyff, escuchando el emocionante Toque de Oración a cargo de la Unidad Musical de la Guardia Real. Una agrupación que desciende de la Banda de Alabarderos Reales creada por el anterior tocayo rey, Felipe el V, tan aficionado a la música que se llevó a Palacio una larga temporada a Farinelli, “il castrato”, para deleitarse con sus interpretaciones magistrales.
Pero dos siglos y medio largos después ni en la Zarzuela ni en el Palacio Real hay corte, aunque sí
funcionarios, diplomáticos, policías, militares y hasta periodistas que no cantan ni se atreven con instrumento musical alguno, que se sepa, al menos delante de los monarcas. Por lo que, si eres rey o reina, es un suponer, te tienes que buscar la música fuera como le pasaba a la reina emérita, Sofía, melómana confesa que acude a los auditorios y teatros reales a disfrutar de su afición, seguidora incondicional del desaparecido músico y violonchelista ruso Mstislav Rostropóvich.
Acto tras acto oficial a los reyes les aplauden, siempre, y les tocan y cantan, muchas veces, todo tipo de músicas. Y ahí entramos nosotros, un coro de veintipocos entusiastas, muchos de ellos periodistas, porque también los informadores podemos interpretarles partituras corales. No en balde además de ser una rara especie como coro de una asociación de periodistas (consulten Wikipedia o la AI a ver si encuentran otro en España) tenemos una reina “colega”, asociada de la APM antes que monarca, que sigue al tanto de los premios de nuestros profesionales y a la que le gusta acudir alguna vez a presidirlos. El año pasado nos felicitó por cantarle a Machado (“¡qué bien cantáis, estoy impresionada!”) y este año vino con el rey a escuchar de nosotros algo de zarzuela del maestro Barbieri y una habanera popular porque también celebramos premios y que esta asociación cumple 130 años. Felipe fue menos expresivo que su mujer y colega nuestra sobre nuestros asuntos cantores, por los que se interesó, pero aplaudió mucho y se quiso hacer la foto con nosotros. Y el protocolo del acto nos distinguió con el apócrifo título de “teloneros reales”, ya que actuamos justo antes de su discurso con el que se cerró el evento. Habrá que preguntar a Zarzuela para saber si tal condición y a falta de un Farinelli que cante en palacio se nos acepta a nosotros como coro de compañía. Aunque externo y ocasional…